Mi Salvador
Hace poco celebramos una de las más importantes fechas de nuestra fe cristiana. Para los creyentes en Jesucristo, la Pascua celebra los eventos específicos de la crucifixión de Cristo y Su resurrección de entre los muertos tres días después. Es un momento de reflexión seria pero maravillosa de las verdades que la Biblia menciona al respecto del sacrificio de Cristo por nosotros. Jesús murió en la cruz como el “sustituto” de los pecadores, para que todos los que crean en Él sean salvos. La palabra “sustituto” significa “tomar el lugar de otro”.
La cruz
“La cruz que predicamos a otros debería crucificarnos a nosotros primero. La palabra que predicamos debe antes arder profundamente en nuestra vida primero para que nuestra vida sea un mensaje vivo. Debemos permitir que la cruz viva y se manifieste en nosotros diariamente. Entonces, lo que prediquemos será más que solo un mensaje, será un tipo de vida que mostramos todos los días.” Watchman Nee, The Messenger of the Cross. (Traducción libre)
Siendo joven, recuerdo haber escuchado a mi padre predicar acerca de la cruz. Cuando hablaba acerca de nuestras vidas personales reflejando la cruz cada día, me asustaba y emocionaba al mismo tiempo. Yo era joven, con todas las pasiones de una persona joven al pensar en el largo trecho de vida que tenía delante. Claro, mis deseos estaban centrados en mí. Estaban limitados a la tierra y no orientados al cielo. No hablo de vivir un tipo de vida perdida como el que imaginamos por el pecado. Sino que hablo de una vida interna de ensimismamiento que debemos, finalmente, rendir. Al permitir que este mensaje penetrara mi alma y espíritu, me percaté que la vida que yo pude haber imaginado no necesariamente sería la vida que viviría.
Debemos conocer la vida de la cruz, así como su muerte. Morimos al viejo caminar adánico, pero teniendo la vida de la cruz, vivimos cada día en el espíritu de la cruz. Esto significa que en nuestro caminar diario demostramos el espíritu del Cordero, al Señor Jesús. “Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente.” 1 P. 2:23
Los dolores de la muerte no pudieron retenerlo
Cuando Pedro se puso de pie con los once, hablando a los hombres de Judea y a todos los que habitaban en Jerusalén, los instó a recordar las palabras habladas por el profeta Joel acerca del derramamiento del Espíritu de Dios en los días venideros. Él dijo que veríamos las maravillas arriba en el cielo y las señales abajo en la tierra.
Pedro luego procedió a afirmar que Dios lo levantó, habiendo sido sueltos los dolores de la muerte “por cuanto era imposible que fuera retenido” por ella. Hch. 2:24
“Era imposible.” Piense en ello. NO ERA POSIBLE QUE LA MUERTE O LA TUMBA LO RETUVIERAN. Ah, la victoria de la cruz y la victoria del Cielo sobre la obra de Satanás.
No es posible que le nieguen la victoria
Por lo que Jesús logró por nosotros en el Calvario, NO ES POSIBLE QUE EL ENEMIGO LE DETENGA. No es posible que viva la vida estorbado por la confusión o la intimidación. El Cielo no le susurra a usted acerca de su incapacidad o de fracasos en ninguna área de su vida. Satanás ya está derrotado y él no tiene derecho de vencer otra vez. Recuérdele su derrota y alinee todo su ser al Cielo, porque el Cielo quiere usarlo a usted como el sonido de una trompeta en el mundo y anunciar las victorias que Jesús obtuvo por nosotros con Su muerte.
Mas por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor. 1 Co. 1:30-31
Cristo, nuestra vida
¡Dios nos ha dado a Cristo para que sea nuestra vida!
Es una ley que obra en nosotros. Es una ley espontánea si permitimos que la ley entre en vigencia y no batallamos con las “obras”. Él ya lo hizo todo. Lo pagó todo. Cuando dijo “Consumado es”, quiso decir que Él había hecho la voluntad del Padre al pagar el precio para abrir el camino a fin de que el hombre pudiera volver a Dios… SOLO A PARTIR de los méritos del sacrificio de Cristo y no por nuestra propia justicia.
¡Qué gloriosa salvación! ¡Qué poderoso Redentor! Qué maravillosa vida esta a la que hemos entrado, al reconocer y aceptar todo lo que la cruz y Su resurrección lograron por nosotros.
Que la cruz se convierte en nuestra vida. Que nos convirtamos en una cruz viviente. Que podamos magnificar la cruz en todo.
Concluyo con un himno glorioso de la iglesia:
Varón de dolores, qué nombre
Porque el Hijo de Dios que vino
A recuperar a pecadores arruinados
Aleluya, mi Salvador
Recibiendo vergüenza y burla grosera
En mi lugar condenado Él permaneció
Selló mi perdón con su sangre
Aleluya, mi Salvador
Tan culpables, viles e indefensos somos
Cordero de Dios sin mancha fue Él
Expiación de nuestros pecados pudo ser
Aleluya, mi Salvador
En la Cruz cedió su vida
Todo se ha cumplido, fue Su grito
Ahora en el Cielo es Él exaltado
Aleluya, mi Salvador