Es a Dios a Quien Queremos
Hace poco compré una copia del libro En Pos de lo Supremo (My Utmost for His Highest) por Oswald Chambers.
Este es un libro que he leído muchas veces en años pasados. Luego, de la nada, el Espíritu Santo me trajo a la mente este clásico y me llevó a muchos pensamientos atesorados del pasado. Compartiré mis reflexiones de este libro de vez en cuando en los próximos días. ¡Me parece fresco otra vez!
El primer capítulo en el que puse mis ojos fue, Discernimiento, no emoción. Esta es la base escritural de 2 Cor. 5:7 que indica, que porque por fe andamos, no por vista.
Durante algún tiempo nosotros tenemos plena conciencia de los cuidados de Dios. Luego, cuando Él empieza a usarnos en su obra, adoptamos un aire de tristeza y hablamos únicamente de nuestras pruebas y dificultades. Durante todo ese tiempo Dios está tratando de que realicemos nuestro trabajo como personas humildes, que no se hacen notar. Si pudiéramos evitarlo, ninguno de nosotros pasará inadvertido espiritualmente. ¿Podemos hacer nuestro trabajo cuando parece que Dios ha cerrado los cielos? Algunos de nosotros siempre queremos ser santos iluminados, con aureolas doradas y un flujo continuo de inspiración, además de tener tratos todo el tiempo con otros santos del Señor. Un santo seguro de sí mismo es inútil, anormal e incompetente para la vida cotidiana y no se parece en nada a Dios. Estamos aquí como hombres y mujeres —no como ángeles en ciernes— con el propósito de hacer el trabajo de este mundo y hacerlo con un poder infinitamente mayor para resistir la lucha, ya que hemos nacido de lo alto.
Si intentamos revivir esos excepcionales momentos de inspiración, estamos demostrando que no es a Dios a quien deseamos. Nosotros nos obsesionamos con los momentos en que Él se acercó y nos habló e insistimos en que lo siga haciendo. Pero lo que Dios quiere de ti y de mí es que «andemos por fe». ¡Cuántos de nosotros nos hemos «guardado”, por así decirlo y hemos dicho: «Bueno, no puedo hacer nada más hasta que el Señor se me aparezca»! Pues Él nunca lo hará y debemos levantarnos, sin ninguna inspiración, sin ningún toque repentino suyo. Después viene la sorpresa: «¡Pero si Él estuvo allí todo el tiempo y yo nunca lo supe!» Nunca vivas para esos momentos excepcionales, son sorpresas. Dios nos dará sus toques de inspiración solamente cuando vea que no corremos el peligro de desviarnos por causa de ellos.
Mi espíritu fue impactado verdaderamente por las palabras del último párrafo. No me habría considerado una persona que siempre está en búsqueda de momentos excepcionales. Encuentro un fuerte deseo en mi espíritu por un mover de Su Espíritu que, en cierto sentido “hambriento” sí –de hecho– busco, espero y anhelo esos momentos con un mover característico del Espíritu.
Estas palabras son un buen recordatorio de que es a Dios a quien queremos y no solo sus señales.
Tras Él vamos.
A Él es a quien deseamos.
Sí, aun sin verlo.